lunes, 25 de febrero de 2013

La Abuela Carmen...



En los momentos mas importantes de una vida, las fotografías son siempre recuerdos, y es que la fotografía,siempre ha servido, sirve y servirá,para crear recuerdos maravillosos de todo lo que nos rodea, en nuestra mente guardamos imágenes,muchos archivos fotográficos de mi trabajo, están en mi mente, creando recuerdos,miramos a través de nuestra mente, ese lugar, ese rincón donde la fotografía nos muestra cada momento vivido...
Cuando volví a aquel pueblo después de muchos años atrás, tantos como seis,todo estaba igual, bueno, es verdad, en los pueblos pequeños, cambian pocas cosas a través del tiempo, solo sus habitantes,cambian, unos mueren, otros se hacen mayores,los pocos niños que viven en el,crecen y se hacen chavales,pero... La abuela Carmen no,ella no había cambiado,cuando llegue a las puertas de su casa,y me baje del coche,las piedras donde la ultima vez nos habíamos sentado al sol aquel final de verano,permanecían intactas,así como el camelio que tenia cerca de su puerta, y que servía de abrigo en verano, de ese calor que a veces apretaba con ganas en aquellos lares.
La puerta verde,de madera por algunos rincones ya roída por los años, se mantenía detrás de aquellas cortinas de tiras y alambres plásticas, que ahuyentaban las moscas y mantenían el interior fresco.
Toque la puerta,no estaba segura de que Carmen estuviera dentro, iba al campo, y a atender a sus gallinas,cerca de la casa, y siempre estaba haciendo cosas,y sino lavaba la ropa como antaño, con el jabón que ella misma fabricaba, y que según ella decía, no se comparaba con las modernidades que ella se negaba a admitir,en el lavadero cerca de su casa, allí, con sus barreños de goma, lavaba alfombras, sabanas y ropas, sin descanso.No estaba, me lo imaginaba, así que me acerque al coche,cogí mi cámara,la protagonista de estas historias,y me fui en dirección al lavadero,donde ella podía estar.cruce la pequeña calle que separaba la casa del lugar,y por allí la vi venir, con su caldero de goma negra sobre la cabeza,con paso decidido pero algo débil,como si le costase ya llegar a la esquina para llegar a su casa.
Casi había llegado a mi altura, y a pesar de sus ochenta y siete años,soltó de un plumazo el caldero, y corrió hacia mi para abrazarme, era el abrazo de una abuela,de mi abuela,la que yo nunca conocí,la que me contaba historias viejas, de hambre de escasez, pero de respeto y admiración, de sacrificio, de lucha pero de sueños y sonrisas.¡Como necesitaba aquel abrazo!,sin duda, la delicadeza de aquel abrazo, fue lo que finalmente me decidió a decirle lo que venia a decirle,¡venia a llevármela a mi casa!,la quería a mi lado,cada día.

Fuimos a su casa, aquella casa fresca donde años atrás y tras un reportaje sobre pueblos de mi provincia había llegado, solo con mi cámara y me había marchado con una abuela de las de verdad.Lloraba al verme, me acariciaba la cara como si suplicara a gritos,¡ quédate!,después de aquel momento de emoción,fuimos al patio, igual que siempre, limpio cuidado y lleno de plantas y flores que ella cuidaba cada día,nos sentamos bajo la parra, con un chocolate caliente y un bizcocho, su bizcocho de manzana,¡un autentico manjar!.
Durante largo tiempo, me pregunto que había hecho, cuantos caminos había recorrido,y se alegro de que mi cámara de fotos siguiera siendo la misma.
Caía la tarde ya, y es que en casa de la abuela Carmen, se necesitaban horas del día,para seguir disfrutando de su charla, de verla trabajar la tierra, caminar por las calles de aquel pequeño pero precioso pueblo y de verla seguir adelante siempre con una sonrisa.
Sin esperar mas tiempo, le propuse lo que venia a hacer,nerviosa si, porque yo sabia que su vida era aquel pueblo,pero cansada también, porque su mirada me lo decía,así que me lance sin mas, y le propuse cambiar el rumbo, sin olvidar su casa por supuesto, a la que volvería los veranos...

Me miro fijamente,y sobre aquella dulce cara arrugadilla por los años y el tiempo,caían las lágrimas,me cogió la mano,me acaricio la cara, y solo pronuncio un GRACIAS.Acto seguido,fue hacia la habitación y trajo con ella una pequeña maleta,que según me contó, la había preparado hacia seis años atrás,pensando en este momento,cogió las llaves de la casa,me empujo hacia afuera, se subió al coche, y me dijo:
¡ Ayúdame con este trasto, que yo no se como se abrocha,que soy de pueblo hija!.Solté una carcajada, le abroche el cinturón de seguridad y le di un beso...Antes de arrancar me hizo prometer que volvería,que su casa y los animales había que atenderlos,se lo prometí por supuesto, puse el coche en marcha,nos paramos en casa de la Señora Aurora,para entregarles las llaves,se haría cargo de la casa mientras la abuela Carmen no estuviera,hasta el verano,después de eso, me dijo:¡Hala vamos hija, que de noche es malo conducir!...

1 comentario:

Unknown dijo...

Excelente relato. Feliciitaciones amor!